miércoles, 12 de enero de 2011

Labios de papel

¿Por qué busco en todos los rincones aquello que tanto anhelo? Vivo pensando en eso, cada susurro, cada caricia, cada mirada, cada gesto... A veces pienso que me he olvidado de tí, y vuelvo a recordar el sabor de tus labios... Dime, ¿qué hiciste en mí? No puedo pasar cerca de un banco sin acordarme de esos ratos juntos, mientras la brisa corría presa del espíritu de la navidad... Tú sentada, con la mirada perdida en el horizonte, ya sin luz. Yo intentando interceptar tímidamente la trayectoria de esas pequeñas pupilas, iluminadas por las enigmáticas farolas del parque...

Me arrodillé delante tuyo, tratando de imaginar qué se te pasaba por la mente en esos instantes... Todo estaba a punto de acabar... Y ambos queríamos detener el tiempo, pero sin duda, no parecía algo fácil. Una solitaria lágrima bajaba poco a poco por tu mejilla... No llegó al límite de tu mandíbula, la recogí con mi mano derecha y te dediqué una sutil carantoña en el pómulo. Me acerqué un poquito más.
Sin dejarte pensar estampé lentamente un beso en tu húmeda carita. Coloqué las palmas de mis manos alrededor de ella e hice que me observaras durante un pequeño lapso de tiempo. "No llores más, ya has sufrido suficiente", te dije. Tu mirada rehuía constantemente la luz, buscaba algo en la penumbra que yo nunca supe, quizás la manera de olvidar... ¿O quizás la forma de recordar sin dolor?

Paseamos juntos, con pasos entrecortados; mi mano izquierda jugueteaba con el borde de tu abrigo, y mi brazo trataba de cruzarse por tu espalda, colándose entre el abrigo y la manga. Tenía frío. Te detuviste y te giraste bruscamente. Con una sonrisa cogiste mi mano y la introducíste junto con la tuya en el ya abultado bolsillo blanco. No sabes la sonrisa interior que me subió por el pecho hasta colarse en mi expresión.
Aproveché esos instantes para romper el silencio que hacía unos minutos helaba el ambiente:

- ¿Sabes? ... Te voy a echar de menos. Mucho. - susurré  con voz ronca.
- Y yo... - respondiste pensativa, entre dientes.
- Quiero que recuerdes todo esto, todos estos momentos... Algún día volveré - suspiré, mientras aminoraba la marcha.
Y en ese instante me diste un enorme abrazo que me dejó sin respiración. "No quiero que te vayas", me recordaste al oído. Aquellas palabras me reconfortaban, a pesar de la tristeza que las impregnaba. Cada  vez que las repetías sentía como una pequeña llama se avivaba en mi interior.
Estábamos ya cerca de tu casa, el final del trayecto de tantas noches. Pero esta vez era diferente. Este era el último para muchos meses.

Caminamos abrazados hasta tu portal. Allí nos volvimos a fundir en uno de esos abrazos que quitan el aire de los pulmones. Mientras notaba tus lágrimas resbalando por el cuello de mi jersey, se me escapó que te habías alzado un poco. Sorprendido, te encontré de frente. Tardé unos segundos en asimilar que mi empañado desconcierto se fundía con el tuyo en un húmedo y largo beso de despedida. Fué tan sentido que cuando acabó aún buscaba a ciegas esos cortados labios de papel. Sin decir más te esfumaste en el oscuro portal.
Y mi mente volvió a volar, mientras retornaba a casa y recordaba todos esos buenos momentos, casi como en familia. Pero mi casa estaba allí.

Volveré. Te lo prometo.

Y también volveré a escribir sobre esos inolvidables días de frío pero llenos de buenos recuerdos.

3 comentarios:

  1. Es muy real.¿ Quien no ha pasado por algo así? Esos son bonitos recuerdos que apagan muchos otros más tristes... Muy bien expresas los sentimientos.Alguien que no lo ha vivido, jamas te entendería. Por más que nos acerquemos, jamas se puede expresar plenamente...Son, grandes vivencias.

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  2. Bestial,Dani... Bestial. No voy a decir más, porque con eso lo digo todo.

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